Aprender a esperar

Trata de recordar alguna etapa de tu vida donde tuviste que esperar; ahora reflexiona sobre cómo te sentiste mientras esperabas. Algunas personas experimentan ansiedad, miedo, desesperación o incluso una alegría contagiosa dependiendo lo que se espera.

Si analizamos el lado positivo de la espera, podemos pensar en los novios en la distancia que esperan el reencuentro, en una mamá que anhela conocer el rostro de su bebé, en el hijo que regresa a casa para abrazar a sus padres.

Pero ¿qué sentimientos envuelven la espera, cuando los motivos no son tan positivos? La espera ante un diagnóstico, la espera por llegar a dar el último adiós a un ser amado, la espera por el donador que salvará tu vida. Es en estos momentos de tribulación y prueba, donde es necesario aprender a esperar con un espíritu tranquilo y en paz.

En mi experiencia personal, he crecido mucho espiritualmente en medio de la espera, aprendí a tener claridad para ver y aceptar el mensaje que se me estaba entregando a través de esas etapas de mi vida.

Existe un versículo bíblico que es de gran consuelo para todo los creyentes, y el cual cito a continuación  “Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; Y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza “ (Romanos 5;3-4).

Leerlo tal vez no te haya reconfortado si te encuentras  enfrentando pruebas que acaban con tu ánimo o tu Fe, pero si buscas aplicarlo en tu batalla diaria podrás recibir el maravilloso regalo de la paciencia y la esperanza, dones presentes en cada dificultad que vivimos, pero que pocas veces sabemos apreciar y aprovechar.

La espera puede ser agonizante, pero también puede ser gratificante si en medio de ese tiempo sabes confiar en quien tiene la última palabra de cada circunstancia en nuestra vida. Confía y espera tu milagro.

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